martes, 30 de junio de 2009

Presentaciones de libros


EXTRAÍDO DEL DIARIO DE JACQUES DUPRÉE

Reticente siempre a las reuniones sociales, me veo sin embargo en el compromiso ineludible de tener que presentar mi último libro de poemas en la librería Parage de París. La librería Parage está cerca de Père Lachaise, y hace pared con un taller de fabricación de ataúdes; de manera que cada dos por tres se escucha el trajín estruendoso de los carpinteros: los martillazos, las braceras eléctricas, las lijadoras. Cuando me veo en el incómodo trance de tener que hablar de mí y de mi libro (algo que por mi natural pudor evito) es inútil: el ruido del taller de ataúdes ahoga, una a una, todas mis palabras. Es el primer aviso, la primera alegoría: la muerte ha de sepultar la memoria y la palabra de los hombres.

Tengo mi libro entre las manos y gesticulo como un energúmeno. Nadie puede oírme. Sin embargo, algunas personas de la primera fila ponen cara de atención y asienten a cada rato como si en verdad siguieran perfectamente mis explicaciones, lo que a las claras es imposible. Esto me sorprende y además, por qué no decirlo, me irrita en lo más íntimo. Opto finalmente por el silencio, única actitud heroica y sabia en verdad. El silencio es la gran lección maestra que la muerte nos tiene reservada. Permanecemos así, bajo el estruendo del taller contiguo, durante bastantes minutos. Tal vez un cuarto de hora. Nadie se va, nadie dice nada, nadie hace nada. He estado hablando en vano, al parecer, para una concurrencia de estatuas de cera o de muertos vivientes. En el local contiguo los martillazos siguen produciéndose como una larga letanía. Es todo un sistema organizado de golpes, como dotado de una sintaxis y de una resonancia rítmica admirables. Pienso por un momento que los distintos artesanos del gremio funerario se comunican secretamente e imagino que los martillos charlan acerca de mí. Está claro: en el taller de ataúdes fabrican cajas a medida para toda la poesía que nadie lee, para todas las palabras nunca oídas porque nunca se dijeron. Los pequeños féretros acogen a los libros desahuciados por el olvido o la incomprensión. Son como las cajas negras de los aviones. Hay libros que perecen en la primera página y hay libros que tienen una lenta agonía. Y existen libros que con sólo tocarlos se deshacen entre las manos como pescados muertos. O como nieve en verano. He ahí sin embargo toda la belleza de la poesía: su fragilidad. De noche una furgoneta furtiva pasa por las librerías y las bibliotecas municipales a recoger los libros fallecidos. Los ataúdes de la poesía deben enterrarse a gran profundidad. Es una medida higiénica. De lo contrario se corre el peligro de sucumbir a una pandemia lírica de consecuencias apocalípticas: Familias, poblaciones enteras atacadas por el virus mortal del soneto con estrambote. Naciones rimando en endecasílabos por la calle. No quiero ni pensarlo.

En el taller de ataúdes, seguro, están acabando de fabricar la caja para mi propio libro. Tal vez sólo esté hecha de pino de segunda clase, y puede que ni siquiera tenga el interior forrado de satén rojo. Y tal vez tenga una placa que, a modo de epitafio o instrucción, diga algo como: “Romper en caso de insomnio”.

A una señal doy por finalizada la presentación sin poder haber comunicado una sola palabra a los asistentes. Todos aplauden, me estrechan la mano, la espalda me palmean. Un desconocido me grita enigmáticamente al oído: “Su libro tiene quince erres de más”. No entiendo bien lo que quiere decir con eso de las erres. Antes de salir de la librería Parage hojeo una rara edición del Libro de las horas de Rainer Maria Rilke. Descubro maravillado que un insecto ha perforado las cubiertas y excavado una galería hasta el corazón mismo del volumen. Pronto el insecto acabará de leer a Rilke y subrayará así, con su trayectoria de proyectil incendiado, lo que el hombre escribió.

Es la hora de las fermentaciones. Salgo de Parage y entro en el taller de ataúdes con unas botellas de vino que abro a la salud de los carpinteros. Acabo sincerándome. Les agradezco todo el escándalo de los martillazos y les invito a futuras presentaciones de otros libros míos (que a buen seguro escribiré con el torpe propósito de manchar el silencio) para que sigan martilleando donde quiera que yo vaya, para que no me dejen hablar y decir lo que no debe decirse. La poesía no debiera presentarse porque está siempre presente. Pese a todo y pese a la nada. En el taller brindamos y manchamos de vino y baba el trabajo de meses. Ya borrachos, nos arrodillamos y rezamos por Rilke, por su insecto devorador de páginas, por mi libro expuesto en los escaparates de París como una lápida ya vieja. Fuera llueve y los hombres abren sus paraguas. Pronto saldré a la noche para acariciar con mis dedos esos paraguas negros, esa lencería de la muerte que el otoño dispone.


[Qué recuerdos. Leí este pequeño texto impostor en la librería Antígona de Zaragoza hace ya... ¡casi diez años! Era la presentación de mi libro de poemas Diario de la anemia/Fermentaciones (Olifante, Zaragoza, 2000). Aquella tarde no me apetecía nada hablar de mi libro y una hora antes me había inventado este texto y a este Jacques Duprée inexistente para que dijeran por mí lo que yo pensaba por aquel entonces de las presentaciones de libros. Como el texto lo había escrito deprisa (y además era mi primer libro y mi primera presentación y lógicamente había nervios), leí con mucha inseguridad. Al término, el Sr. X, crítico literario de la ciudad, se me acercó y me dijo: "Se notaba mucho que estabas traduciendo a Jacques Duprée directamente del francés". Por supuesto, no pude sino asentir].

domingo, 28 de junio de 2009

El juego infinito de las afinidades, según Roberto Miranda

AUTORES: María Buil-Ismael Grasa; Enrique Larroy-Manuel Vilas; Fernando Sinaga-Jesús Jiménez Domínguez; Gonzalo Tena-Alejandro J. Ratia; Lina Vila-Félix Romeo.
LUGAR: Galería Aragonesa del Arte (c/ Fita, 19).
FECHA: Hasta el 17 de julio.


Mirando las Perlas de imitación de Enrique Larroy, uno se agarra a los recortes de colores que se interponen ante ese cielo constelado que nos infunde vértigo cósmico. Pero la exposición de cuadros va vinculada a textos de escritores. Y Manuel Vilas revela que lo que Larroy representa son partículas cuánticas. Otro abismo en la misma dirección, pero en sentido contrario, y el vértigo tan divertido como el de la montaña rusa: "desaparece el mundo, y qué bien, tío, qué bien que se vaya el mundo", y siente "la llegada de la alegría universal, el tiempo de la materia libre".

María Buil muestra en su Pintura para conjurar un prejuicio, el descaro de pintar un cuadro: lo hermoso (florero); lo no hermoso (zapatilla); lo cercano (butifarra 1 y 2), la magia de traer algo a la existencia convertido en representación, en símbolo, en tabú. La miel que se desparrama fuera del frasco ya es otra cosa. Ismael Grasa elige el cerdo "como símbolo de libertad cotidiana" y apela a la tolerancia religiosa, a la mesa y a su cercanía a nosotros ("esa piel y esa carne rosada, sus gritos casi humanos al ser degollados...".

El Diario de León Bloy sirve a Gonzalo Tena para desplegar 20 piezas que se pueden tocar y a las que Alejandro J. Ratia describe: "Un mismo esquema en todas ellas: un trazo central, de arriba a abajo, y trazos cortos laterales, alternos, que salen de él como las espinas de un cactus" y tras elucubrar sobre las citas de la Biblia acerca de los ricos y de la puerta estrecha, declara: "sus razones tendrá Gonzalo Tena para haber cogido el camino más áspero. Esos tallos, cada cual con su frase del diario ("Buena jornada de trabajo", "Domingo triste"...) son los días que pasan, tan iguales y diferentes, alegres o complicados, en fila, en dirección a la muerte.

Fernando Sinaga ofrece cuatro aguafuertes enmarañados que, en realidad, es uno solo en las cuatro posiciones ortogonales del cuadrado en el sentido del reloj. A Jesús Jiménez Domínguez le llevan a pensar en los desconchados, en los lamparones de humedad. Y encadena con la grieta descubierta en un burdel de Lisboa: "¿Es del terremoto de 1775?" pregunta, divertido. Y ella: "No. Es del terremoto de anoche. Fuerza ocho en la escala de Amalia".

Lina Vila evoca a su padre. Ella por detrás le abraza, y las dos figuras desde la pared tienen la misma mirada: el dolor verdadero de la pérdida: "Te oculta un bosque entero", qué metáfora de la muerte. Y la sabina de Villamayor en un atardecer lleno de pájaros que velan las cenizas, se ilumina de recuerdos, que Félix Romeo va enumerando como las Coplas de Manrique: "Sé que le gustaba la flor del azafrán... y los olivos, y los laureles... sé que le gustaban las películas del Oeste, escribir a mano... y conducir su furgoneta...".

Roberto Miranda en El Periódico de Aragón, 28-06-2009

jueves, 25 de junio de 2009

Un poema de John Ashbery

John Ashbery

EN LA GRANJA NORTE

En algún lugar alguien está viajando furiosamente hacia ti,
a una velocidad increíble, viajando día y noche,
a través de tormentas de nieve y del calor del desierto,
surcando torrentes, atravesando desfiladeros angostos.
Pero ¿sabrá dónde encontrarte?,
¿podrá reconocerte cuando te vea?,
¿te entregará lo que tiene para ti?

Aquí no crece prácticamente nada,
pero los graneros se encuentran rebosantes de maíz,
sacos de maíz apilados hasta las vigas del techo.
Los arroyos fluyen con dulzura, robusteciendo a los peces;
los pájaros oscurecen el cielo. ¿Será suficiente
que el plato de leche esté preparado en la noche,
que pensemos en él algunas veces,
algunas veces y siempre, con sentimientos encontrados?


AT NORTH FARM
Somewhere someone is traveling furiously toward you, / At incredible speed, traveling day and night, / Through blizzards and desert heat, / Across torrents, through narrow passes. / But will he know where to find you, / Recognize you when he sees you, / Give you the thing he has for you? // Hardly anything grows here, / Yet the granaries are bursting with meal, / The sacks of meal piled to the rafters. / The streams run with sweetness, fattening fish; / Birds darken the sky. Is it enough / That the dish of milk is set out at night, / That we think of him sometimes, / Sometimes and always, with mixed feelings?

miércoles, 24 de junio de 2009

Afinidades Fernando Sinaga - Jesús Jiménez

Fernando Sinaga
Agua amarga, 1995


MÁCULAS

Desde hace años tengo una obsesión: fotografiar paredes desconchadas y enfermas de humedad. Sólo eso. No me interesan los rostros de las personas ni los paisajes idílicos. Carecen de la fotogenia propia del misterio. En cambio, el techo cuarteado en una pensión desastrosa o el muro resquebrajado de un convento me aturden por completo. Puedo pasarme horas y horas contemplando esas maravillas.

Alguien me dijo una vez que toda Lisboa es una desconchadura. O una grieta. O una herida. Ya no lo recuerdo. Así que aquí estoy. Llegué hace unas semanas y busqué enseguida la pensión más ruinosa de la ciudad. Hallé lo que buscaba en el Bairro Alto: una habitación de paredes descascarilladas de cal y un enorme lamparón de humedad en el techo, justo sobre mi cama. Tendido en el jergón pienso en la naturaleza de esa mancha. Imagino que en el piso de arriba duerme un extranjero que nadie ha visto, un comerciante menesteroso, un notario arruinado, un funcionario de la muerte, un vampiro que de noche padece pesadillas y que a ratos despierta sobresaltado, empapado en sudor, calado por el agua amarga de sus sueños. Luego me asomo al balcón y veo una marea de tejados y azoteas comidos por el sol y la lluvia. Todo un muestrario de manchas que, ensimismado, me apresuro a fotografiar bajo diferentes luces del día. Enfrente, más allá de Rossio, diviso el castillo de São Jorge y, al otro lado, el Tajo cruzado por veleros cargados de vino verde y Oporto.

Llevo días callejeando por Alfama y el Chiado, retratando con mi cámara fachadas descortezadas por la intemperie, tapias injuriadas por el sol, escaleras de piedra manchadas de orines de gato. Tengo barba de varios días y hace tiempo que no tomo una ducha. La higiene carece de todo interés para mí. El aseo y el orden son todo lo contrario al arte. Sólo la suciedad es cálida y profundamente humana. Los niños lisboetas me llaman loco y me tiran piedras. El día menos pensado van a acertarle a la cámara y será como si me dejaran ciego.

Por las tardes bajo por rua de São Tomé hasta la iglesia de Santa Luzia pegado a las paredes como una grieta más. Las casas huelen a clavo y a canela y están calientes como la panza de una yegua. Cae la noche manchándolo todo y entro en un burdel cerca de Cais do Sodré y del Tajo. Los burdeles son paraísos de máculas: manchas en las paredes, manchas en las camas, manchas en los corazones y en las conciencias, manchas pequeñas sobre manchas más grandes. “¿Quieres sacarme una foto?”, me pregunta una inmigrante angoleña desnuda en su cuarto sobre un revoltijo de sábanas sudorosas. La prostituta tiene cuerpo de ébano y una sonrisa apuntalada por un aparatoso corrector dental.

En el techo una enorme grieta cruza, casi de lado a lado, el cuchitril. Me subo a una silla y palpo incrédulo la hendidura como Santo Tomás palpó la evidencia. “¿Es del terremoto de 1775?”, pregunto por preguntar algo. La puta ríe con el estrépito de una iglesia que se desmoronara entre andamios. “No. Es del terremoto de anoche. Fuerza ocho en la escala de Amalia. ¿Quieres tú también bajar al epicentro mismo del seísmo?”, me dice indicándome su sexo. Saco unas cuantas fotos de la grieta del techo y follamos luego en silencio. Sólo pienso en la grieta sobre nuestras cabezas, casi oigo cómo crece a cada una de mis arremetidas. Una grieta en el techo de un burdel. Eso sí que es una metáfora. Ella me dice: “¿Me regalarás tu foto de la grieta? Nunca me han regalado nada. Mi chulo dice que para San Valentín me regalará una correa de perro para mi corazón. Dice que así podrá sacarlo a pasear por rua Garrett”.

En rua Misericórdia hay un minúsculo local donde venden fotografías eróticas de época victoriana y libros antiguos que se deshacen como hojaldres entre las manos. Loja das livros novos e usados: así reza el cartel de la entrada. He hojeado primeras ediciones de Pessoa y Mario de Sá Carneiro. Al retirar uno de ellos de la estantería, he vislumbrado en la pared una grieta fabulosa e inusual, larga y precisa, como si la ruina trazara una rúbrica en todas sus propiedades. He querido apartar los gruesos volúmenes de la estantería para poder fotografiar el hallazgo, pero el dependiente se ha negado en redondo. Así que he tenido que adquirir todos los libros para poder disparar mi cámara. ¿Qué voy a hacer con tantos libros? Tal vez se los regale a Amalia. A buen seguro no los leerá, pero siempre podrá venderlos.

Al bajar hasta Rossio me topo con el “hombre elefante”, un tipo con la misma cara desfigurada y monstruosa de John Merrick, que mendiga limosna a los turistas. Dudo si sacarle una foto. Mejor no malgastarla en una frivolidad como ésa. Hay mucho que fotografiar en Lisboa. Camino pegado a las paredes alejado de los turistas, intentando en vano hacerme invisible a los ojos de la gente. Esta noche iré al Incógnito, un pub moderno en rua Poiais de São Bento donde pincha música un finlandés aficionado a la fotografía. Me han dicho que puede prestarme una ampliadora. Quiero sacar la grieta del burdel a tamaño natural para colgarla del techo de mi habitación en Madrid. Grietas como ésa no se ven todos los días. Tal vez sólo en Lisboa. Porque Lisboa entera es una grieta. Y una grieta es mi camino de imperfección, la única cartografía posible aquí. Eso me digo en voz alta en mi cuarto de pensión mientras enrosco la bombilla pintada de rojo y preparo todo para el revelado. Lisboa es la grieta y yo el loco que, como una lagartija, se atrinchera en ella.

Tal vez no regrese nunca a Madrid.


Este pequeño texto mío aparece en el libro-catálogo Afinidades, un proyecto que resulta del diálogo promovido entre cinco artistas plásticos (María Buil, Enrique Larroy, Gonzalo Tena, Lina Vila y Fernando Sinaga) y cinco escritores (Ismael Grasa, Manuel Vilas, Alejandro J. Ratia, Félix Romeo y quien esto escribe). La exposición de las obras gráficas se puede ver hasta el 17 de julio en la Galería Aragonesa del Arte, c/ Fita, 19 (Zaragoza).

Fernando Sinaga (Zaragoza, 1951) es un artista con importantes muestras en galerías nacionales e internacionales. Si bien ha estado presente en la escena artística desde finales de los años setenta, su obra cobró mayor importancia a partir de la segunda mitad de los años ochenta. Desde dicha fecha, ha sido expuesta en diferentes galerías y museos de España, Alemania y Estados Unidos. En 1989 participó en la XX Bienal Internacional de Sao Paulo, Brasil. En 1992 en la V Triennale Felbach, de Alemania. En 2000 expone en el Pabellón de España de la Exposición Universal de Hannover. Su obra se encuentra representada, entre otras, en la colección del Museo de Arte Reina Sofía, Patio Herreriano, ARTIUM, en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (Badajoz), Banco de España, Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), etc.

martes, 23 de junio de 2009

Algora campeón

[haz click sobre la foto para agrandar]

El próximo 15 de julio el sello Grabaciones en el Mar edita Algora campeón, el disco que recorre la trayectoria musical de Sergio Algora, al que siempre recordamos.

El formato elegido es un digipack con libreto de 24 páginas que incluye fotos de Sergio con amigos y seguidores. El CD contiene una canción de cada uno de los discos que Sergio grabó en las discográficas Grabaciones en el Mar, Mushroom Pillow y RCA. Se podrá conseguir en tiendas FNAC y en Grabaciones en el Mar.

Éste es el listado de canciones:

1. Natasha Kampush (hazme una perdida) de La Costa Brava, Velocidad de crucero.
2. Mi última mujer de La Costa Brava, Llamadas perdidas.
3. Dos ostras de La Costa Brava, Se hacen los interesantes.
4. Quinceañeros de La Costa Brava, Los días más largos.
5. Mal menor de La Costa Brava, Déjese querer por una loca.
6. Mi pequeña estéril de Muy Poca Gente, En flor.
7. No hay vacaciones de Muy Poca Gente, Con zapatos nuevos.
8. Duerme de El Niño Gusano, El escarabajo más grande de Europa.
9. El hombre bombilla de El Niño Gusano, Veo estrellitas.
10. Pon tu mente al sol de El Niño Gusano, El efecto lupa.
11. Hoy no me puedo levantar de El Niño Gusano, Bernadutz e.p.
12. Menta de El Niño Gusano, Circo Luso.
13. Yukón de El Niño Gusano, Palencia e.p.

Muchas de estas canciones se han convertido ya en verdaderos himnos pop de toda una generación ("Mi última mujer", "Dos ostras", "Quinceañeros", "Pon tu mente al sol"). Sin querer, Sergio puso al día el carpe diem horaciano (valga la redundancia) a través de su personal visión del pop. Hoy estoy seguro que él matizaría: carpe noctem, siempre carpe noctem. Cierra el disco a modo de bonus track Nadie sabía que ya estaba muerto, un tema y una letra que, en la voz de Enrique Moreno, ponen el vello de punta, pero también nos dibujan una tímida sonrisa en los labios:

Hoy he dormido con los cascos puestos.
(Hoy he dormido, hoy de dormido).
Nadie sabía que ya estaba muerto.
(Nadie sabía, nadie sabía).

Y al día siguiente yo estaba en el cielo
con mis cosas favoritas y un vermut con hielo,
viviendo despacio un verano perfecto
con la brisa en la cara. Bienvenido al cielo.

Estoy siempre solo, pero estoy contento.
(Estoy siempre solo, estoy siempre solo).
Abajo en la Tierra lo viví ya todo.
(Abajo en la Tierra, bajo la tierra).
Y aquí entre las nubes yo juego a mi mundo,
he conocido a una chica que murió hace tiempo
y ella me enseña lo mejor del cielo:
lo lleva ella puesto por todo su cuerpo.

Nos sentimos poderosos, nunca estamos feos.
Lo mejor de las alturas está con nosotros.
Todo este tiempo lo estuve deseando:
conocer mi gran amor y salir volando.

A la espera de reencontrarnos dentro del libreto muchos de sus amigos (todos sería imposible: el volúmen ocuparía más páginas que la Enciclopedia Británica), me pregunto a veces cómo es que, después de más de 22 años de mi amistad con Sergio (una amistad que comenzó a fraguarse en la época de instituto, cuando él vestía de negro y llevaba en su carpeta fotos de Siouxsie, Joy Division y Echo And The Bunnymen), sólo aparezcamos juntos, él y yo, en dos fotografías:

En la fonda La Peña, un día 22 de cualquier mes. De pie por la izquierda: Amanlís, Leticia, Mary, Octavio, Ángel, Ingrid y el propio Sergio señalando al fotógrafo o señalándote a ti, quién sabe. Sentados por la izquierda: Dolan, Nacho, Jesús, Miguel Ángel y Miguel.

En su/nuestro bar Bacharach. Acompañamos a Sergio Algora, Ángel Guinda, Manuel Vilas, Octavio Gómez Milián (que presentaba libro) y yo.

Sin duda dos fotos para guardar en la memoria. Recuerdo también una tarde en una terraza: él bebiendo un vino blanco o un gin-tonic, ya no recuerdo. Yo una cerveza. En medio minuto, con su peculiar sentido del humor, me puso al día de sus últimos achaques y problemas de circulación. A mi torpe sugerencia de que tal vez debería empezar a cuidarse un poco más, me respondió con una sonrisa y estas palabras: "No pasa nada, Jesusico. ¿Tú sabes lo difícil que debe ser morirse?".

lunes, 22 de junio de 2009

Feria del Libro en Huesca (5-6-2009)

Foto: Pablo Segura (Diario del Alto Aragón)


En la foto (de derecha a izquierda) Manuel Vilas, Nacho Tajahuerce y quien esto escribe. Feria del libro en Huesca, viernes 5 de junio. Presenta: María Ángeles Naval.

Hay que decir que Nacho Tajahuerce, que jugaba prácticamente en casa, fue el triunfador de la tarde ante un público en su mayoría adolescente y muy atento.

Antes del recital hubo firma de libros. Nos acompañaron en la mesa Paco Grasa, José Luis Corral y unas cervezas. Manuel Vilas respondió a las preguntas de Diario del Alto Aragón y añadió: "Creo que los tres hacemos una poesía muy personal, muy cercana al lector y muy de nuestro tiempo".

domingo, 21 de junio de 2009

La temperatura del mundo

Foto: J.J.D.

Escribir es tomar la temperatura de las cosas de este mundo
y certificar que todas están ardiendo.

sábado, 20 de junio de 2009

Un poema de Dolan Mor


SE SUBE A UN TRONO DE LIBROS Y DICE:

Ahora la poesía no menciona los sauces a orillas
de la alberca, ni escribe cisne o dalia al pie de un cardenillo,
sólo habla de McDonalds, drogas, viajes a Europa,
la práctica promiscua del sexo en los hoteles.
No está bien ser poeta si no fumas cannabis,
si no besas a un perro en su esfera de muerte.
Sólo se necesita un coche en la cartera, un anillo
en la oreja, un polvo en la nariz. No importa
si eres hembra o macho en tus costumbres
siempre que un vibrador descanse en tu bolsillo
cual pez de silicona bajo un lago de escarcha.
No debes olvidar las playas de nudismo o leer
a Bukowski en medio de un spa (aunque ignores
que Spa se llama un pueblo en Bélgica,
o que salut per aquam proviene del latín).
Lo importante es decir palabras en inglés e ignorar
que Lezama vivió dentro de un mulo asmático y rapsoda.
También que lleves gafas en medio de la noche,
o que hagas como yo que me pongo una gorra
hasta para ducharme en los meses de invierno.
Un sello en el mercado, los enigmas del marketing
en cada laberinto que construyen tus dedos
mientras subes un día al tren, al ascensor que te lleve
a ese suave destino que es el arte.
Eso sí, nunca olvides borrar de tus poemas las hojas
de los sauces o ir a un restaurante donde la carta ignore
ese plato exquisito: el cisne de Darío
(desplumado y enfermo) con la dalia en el pico.

Este poema lleno de ironía y de humor (aplicado en primer lugar consigo mismo) es toda una declaración de intenciones, casi una antipoética (o no) y pertenece a su último poemario hasta ahora publicado, El libro bipolar, que recibió el Premio de Poesía Isabel de Portugal. El libro está publicado por la Colección Veruela de poesía de la Diputación Provincial de Zaragoza. En las próximas convocatorias del premio será la editorial Olifante quien recogerá el testigo de la publicación de los libros ganadores.

Dolan Mor (Cuba, 1968) es autor, entre otros, de los libros Nabokov's Butterflies (Premio de Poesía Delegación del Gobierno en Aragón, 2006), Los poemas clonados de Anny Bould (Premio Miguel Labordeta de Poesía, 2007) y La novia de Wittgenstein (Premio Internacional Barcarola de Poesía, 2008), que se publicará en los próximos meses. Su obra aparece recogida, también, en antologías publicadas en España, México y Estados Unidos. En la actualidad algunos de sus textos se traducen al inglés, francés y polaco. Desde 1999 reside en Aragón.

viernes, 19 de junio de 2009

La poesía en Zaragoza, según Elena Medel

MANUSCRITOS ENCONTRADOS EN ZARAGOZA

1. Zaragoza. La fuerza recae en sus cuatro sílabas; y el lector situará sus coordenadas narrativas, pero quizá le cueste más con las poéticas: muchos narradores actuales de la ciudad han trascendido a los catálogos de las editoriales nacionales —o publican con la excelente Xordica, prestigiosa y bien distribuida— pero, salvo excepciones, el salto se resiste a los poetas. Confirman la regla, y exhiben denominación de origen, Jesús Jiménez Domínguez (Fundido en negro; Premio Hermanos Argensola; DVD, 2007), David Mayor (En otra parte; Pre-Textos, 2005), y ese prodigio aún secreto —ojalá, muy pronto, masivo— que es Fernando Sanmartín (Antes del hielo; Cuatro Estaciones, 2001). Y en Zaragoza reside, y escribe, el barbastrense Manuel Vilas (desde El cielo, en DVD en 2001, a Calor, en Visor en 2008), tan influyente en muchos de los nuevos poetas, y el oscense Ismael Grasa, célebre como narrador, pero también poeta de gran interés en Nueva California (Xordica, 2003). Pasaron por allí el cántabro Lorenzo Oliván (a su etapa aragonesa pertenece La noche a tientas; El Gaviero, 2006), y la orensana Miriam Reyes; y, desde su exilio en la madrileña Residencia de Estudiantes, Juan Marqués acaba de debutar con Un tiempo libre (La Veleta, 2008), que comparte ciudad con el bilbilitano Ángel Petisme (recién salido de imprenta Cinta transportadora; Premio Claudio Rodríguez 2008; Hiperión, 2009), y Guillermo Molina Morales (Epilírica; Premio Antonio Carvajal para jóvenes poetas; Hiperión, 2008) hace lo propio desde París. Si olvido nombres, discúlpenme: echen la culpa, desde luego, a la ignorancia de una servidora.

2. Casualidad. Estas notas dispersas —no exhaustivas, no objetivas: apuntes de lectora, sin más— nacen de la casualidad: visito a menudo Zaragoza, me gusta deambular por las librerías Antígona (c/Pedro Cerbuna, 25) y Cálamo (c/Plaza de San Francisco, 4), suelo comprar en ellas libros editados en Zaragoza, de escritores que viven y escriben y publican —la mayoría— allí. Por tanto: no vivo en Zaragoza, no escribo en Zaragoza, no publico en Zaragoza, y sin embargo sí que atiendo con entusiasmo a la actualidad poética de la ciudad, porque a menudo hallo títulos que merecen la pena. Leo mucho a poetas jóvenes de Zaragoza, que ganan en número a los veteranos: autores nacidos a partir de la década de los setenta, que debutan en su mayoría ya en el siglo XXI, y se mueven en circuitos (editoriales, ciclos de lecturas, etcétera) similares. Este texto no concluye, no inventaría: sólo imito a Brainard y Perec, garrapateo unos me acuerdo sobre esos nuevos poetas de Zaragoza que, a mi juicio, recogen para su ciudad el testigo que ya se exhibió en Córdoba, Granada o Madrid, y que ahora —a mi juicio— late junto al Ebro, o en Logroño, o en Asturias.

3. Mujeres. 23 pandoras (Baile del Sol, 2009), antología compilada por Vicente Muñoz Álvarez bajo el subtítulo "poesía alternativa española", incluye a tres autoras zaragozanas (Brenda Ascoz, Carmen Ruiz Fleta y Almudena Vidorreta) y otra vinculada a la ciudad, Miriam Reyes, que mientras residía en la ciudad publicó Espejo negro (DVD, 2001) y Bella durmiente (finalista del Premio Hiperión; Hiperión, 2004). La presencia femenina era también notable en Noreste (Eclipsados, 2004), antología de jóvenes poetas zaragozanos, aunque casi ninguna —salvo las mencionadas— ha debutado hasta ahora en libro exento. Otros nombres surgen con el volumen colectivo Parque de atracciones (coordinado por Octavio Gómez Milián; 1001 Ediciones, 2008): Laura Tajada, Clara Santafé y Ana Muñoz. De todas ellas sólo conozco los textos incluidos en ese libro, aunque Google me descubre que Muñoz ha publicado ya una obra exenta, la plaquette Sólo para la noche (Lola Editorial, 2009).

4. Eclipsados. Ascoz (Écorché, 2009), Ruiz Fleta (Cinco días en agosto, 2008) y Vidorreta (Tintación, 2007) forman parte del catálogo de Eclipsados; Noreste supuso su primera referencia. Y es que al hablar de nueva poesía en Zaragoza resulta inevitable mencionar a Nacho Escuín y su editorial, una plataforma desde la que concibe —también— actividades como el ciclo de lecturas Este jueves, poesía, en el ámbito de la Universidad de Zaragoza, el encuentro de jóvenes autores en español La piedra en el charco —celebrado en Teruel en septiembre de 2008— o la colección de libros de la librería Cálamo.

Nacida a raíz de su experiencia con la revista universitaria Eclipse, Escuín ha concedido visibilidad en las librerías a la nueva generación de escritores de la ciudad —y, en general, de Aragón—; ahí disponemos de títulos en prosa, como Personas que acoges cuando no viene nadie (2008), de Ezequiel Martínez Llorente, Papel usado (2007), de Julio José Ordovás, o Un breve adelanto de las memorias de Manuel Troyano (2008), de Miguel Serrano Larraz, estos dos últimos también poetas. Regresemos, sin embargo, a la vértebra de estas notas: el verso. Uno de los más fidedignos análisis de la cuestión se limitaría a recorrer el listado de títulos publicados por Eclipsados: Julio Donoso (El estupor, 2008), Raúl García (Hace tanto frío en Alaska, 2005), Octavio Gómez Milián (Con el sueño cambiado, 2008), Pablo Lópiz (Cuaderno de sublevaciones, 2008), Puritani (Antes de que el cáncer me alcance, 2007) o Nacho Tajahuerce (Deshielo, 2006), y este mes de junio la ópera prima de Elvira Lozano. Y libros, también, de autores que dan sus primeros pasos, pero escapan por edad al paréntesis de estos recuerdos, como Fernando Sarría (El error de las hormigas, 2008). Y veteranos como Ferrer Lerín o Alfredo Saldaña, y nacionales como Enrique Falcón o Jorge Riechmann… Por otra parte, el propio Escuín es uno de esos autores jóvenes de la ciudad —aunque turolense de nacimiento— con cuya lectura yo más disfruto: me quedo, y les recomiendo por tanto, con Americana (Club Leteo, 2008).

Pero no sólo de Eclipsados se alimenta el lector. En Chorrito de Plata, impulsada por Enrique Bunbury y Antonio Estación, han editado Brenda Ascoz (En ajeno, 2007), Sebas Puente (Nos están dando pistas, 2008) o Carmen Ruiz Fleta (Música para perros, 2006). También el prolífico Octavio Gómez Milián (siete libros en tres años), uno de los jóvenes que han accedido al catálogo de Olifante (sello dirigido por Trinidad Ruiz Marcellán), junto con Jesús Jiménez Domínguez (Diario de la anemia y Fermentaciones, 2000) o el imprescindible y añorado Sergio Algora (Paulus e Irene, 1998). Lola Editorial, de la que es responsable el poeta Manuel Martínez Forega, o las Prensas Universitarias de Zaragoza, tampoco olvidan la atención al hoy; y los numerosos certámenes convocados desde instituciones ejercen como cantera. Destaca el de la Delegación del Gobierno en Aragón, publicado por Aqua y que en los últimos años ha premiado o distinguido con un accésit a Alberto Acerete (El universo femenino del esperma, 2008), Miguel Serrano Larraz (La sección rítmica, 2007), Jesús Soria Caro (The End, 2008), Nacho Tajahuerce (Manual de oficios, 2008), Almudena Vidorreta (Algunos hombres insaciables, 2009), o los ya experimentados Ángel Gracia (Libro de los ibones, 2005), Dolan Mor (Seda para tu cuello, 2006; Nabokov’s butterflies, 2007) y Miguel Ángel Ortiz Albero (Cuaderno de la sal en la mirada, 2005).

5. Futuro. Tres apuestas nacidas a mediados de la década de los ochenta: Diego Llorente Mateo, que en 2007 obtuvo el galardón concedido por la Universidad de Zaragoza gracias a Semáforos (Puz, 2008), reflexión sobre el paso del tiempo con un peculiar imaginario simbolista urbano que enlaza con el primer Luis Muñoz; Almudena Vidorreta, cuyas referencias bibliográficas ya he desgranado, responsable de un potente discurso que reflexiona en torno a la propia identidad, pleno de fuerza femenina; y Alberto Acerete, cuyo poemario reflexiona en torno a nuestra posición en el mundo, incorporando recursos que toma de Internet, y convirtiendo la expresión lenguaje nuevo en el antónimo de un lugar común.

6. Hipervínculos. Mencionaré, también, la labor de difusión en blogs, como los del narrador y periodista Antón Castro, Nacho Escuín, Octavio Gómez Milián, Marta Navarro García o Fernando Sarría. La intención de ocupar otros espacios para la poesía, con los espectáculos que mixturan música, poesía y teatro de Julio Donoso, Puritani (con el grupo Los Tanis) o el propio Gómez Milián (con Experimentos in da Notte). Pensaré en los poemas: de la introspección descarnada de Ascoz, Lozano o Ruiz Fleta al realismo carveriano de García y Tajahuerce; del latido beat de Donoso, Gómez Milián y Puritani, a la conciencia en Escuín y López, o el tono más tranquilo de Marqués. La poesía que emerge desde Zaragoza apuesta por el eclecticismo: pese a la cercanía de figuras importantes, como la de Manuel Vilas, no existe una escuela, una voz que guíe estos nuevos versos. Y les animaré, sobre todo, a servirse de los enlaces que salpican estas notas, a deslizarse de uno a otro, a conocer qué de bueno —mucho— escriben los poetas zaragozanos de ahora.

[Elena Medel en Poesía Digital]

Elena Medel nació en Córdoba en 1985. Actualmente disfruta de una beca de creación del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes. Ha publicado los poemarios Mi primer bikini (Premio Andalucía Joven 2001; DVD Ediciones, 2002), Vacaciones (El Gaviero, 2004) y Tara (DVD, 2006). Traducida al árabe, inglés, italiano y portugués, sus poemas han aparecido en numerosas antologías. Escribe, además, cuentos y artículos, y textos sobre literatura y música en diversas publicaciones. Es una de las coordinadoras de La Bella Varsovia.

martes, 16 de junio de 2009

He is our man

BIGOTT - "she is my man", tema extraído de Fin (Grabaciones en el Mar, 2009).

JOAQUÍN CARBONELL : ¿Le gusta cómo va la música aragonesa en Aragón?
BORJA LAUDO (BIGOTT): Empate a cero: no hacen más que pitarnos penaltis a favor y no metemos ni un puto gol.

[El Periódico de Aragón (30/03/2007).]

domingo, 14 de junio de 2009

Un poema de Fabián Casas

Fabián Casas

LA MIGRACIÓN

Estuve charlando con tu verdugo.
Un hombre pulcro, amable.
Me dijo que, por ser yo,
podía elegir la forma en que te irías.
Los esquimales, explicó, cuando llegan a viejos
se pierden por los caminos
para que los coma el oso.
Otros prefieren terapia intensiva,
médicos corriendo alrededor, caños, oxígeno
e incluso un cura a los pies de la cama
haciendo señas como una azafata.

«¿Es inevitable?», le pregunté.
«No hubiera venido hasta acá con esta lluvia», me replicó.
Después habló del ciclo de los hombres, los aniversarios,
la dialéctica estéril del fútbol, la infancia,
con sus galpones inmensos con olor a neumáticos.
«Pero», dijo sonriendo,
«las ambulancias terminan devorándose todo».
Así que firmé los papeles
y le pregunté cuándo iba a suceder…

¡Ahora! dijo.

Ahora
tengo en mis brazos tu envase retornable.
Y trato de no llorar,
de no hacer ruido,
para que desde lo alto
puedas hallar la mano alzada de tu halconero.





Fabián Casas nació en Buenos Aires en 1965. Publicó Otoño, poemas de desintoxicación y tristeza (1985), Tuca (Ed. Libros de Tierra Firme, 1990), El Salmón (Ed. Libros de Tierra Firme, 1996) y Oda (2001). En el 2001 Ediciones Deldiego publicó Bueno, eso es todo, una recopilación de poemas de Pogo y Tuca.

lunes, 1 de junio de 2009

Hilo de nadie




EL HILO EN EL LABERINTO

Leyendo a Lorenzo Oliván pienso a veces en las fotografías de Chema Madoz, en las que los objetos dialogan entre sí intercambiándose sus almas hasta conformar un mundo poético lleno de relaciones ocultas. Ambos creadores, cada uno desde sus respectivas disciplinas, parecen compartir parecido nervio óptico.


Hilo de nadie es seguramente el libro más aventurado de Lorenzo Oliván. Y no sólo porque en él su autor alterna el poema casi zen (aquí bajo el título de “Vértices”) con el aforismo (“Rompientes”), sino porque a ratos da la impresión de que el libro es un muestrario de filamentos rotos, de cabos sueltos que el lector debe ir uniendo y anudando hasta fabricar la cuerda que le permita trepar por las resbaladizas paredes de la realidad. Así, Oliván nos ofrece la cosmovisión de un mundo que, fragmentado, pudiera parecer material demolido cuando es lo contrario: material de (re)construcción.


Decía Karl Kraus que “hay dos clases de aforismos, los que lo son y los que no lo son. En los primeros, la forma y el contenido están unidos como cuerpo y alma; en los segundos, como cuerpo y ropa”. El aforismo de Hilo de nadie ya no es el fuego artificial (metáfora + humor) de las greguerías de Gómez de la Serna. Los hallazgos de Oliván conllevan una profunda carga de experiencia e indagación metafísicas, pero también a menudo una buena dosis de ironía y de crítica que suele acercarle a cierta actitud preventiva, cuando no escéptica, sobre lo que las cosas muestran en su superficie.

Había dicho José Bergamín: “No importa si un aforismo es cierto o incierto. Lo que importa es que sea certero”. Y, en efecto, los aforismos y poemas de Hilo de nadie aciertan en el centro mismo de la contradicción para mostrarnos el reverso de una realidad fugitiva: “Es difícil encontrar las palabras adecuadas, pero mucho más aún las inadecuadas ciertas”.


En el libro de Oliván los hilos verticales del poema se entrelazan con los hilos horizontales del aforismo creándose un tejido poético y de pensamiento compactos, orgánicos. El lector podrá, con todo, tirar de uno de estos hilos para buscar qué o quién está al otro lado de la madeja, para ir en busca de la voz de todas las voces, aquella que por su multiplicidad el autor resuelve con el nombre de Nadie.

Lorenzo Oliván pertenece a esa raza de poetas que, abandonando los asideros de la certeza y escribiendo desde la mirada, tienen el don de ensanchar el mundo de las percepciones, de poner en movimiento a una realidad estática haciendo el puente con dos cables (el del ojo y el del pensamiento) hasta que una chispa ilumina la oscuridad: “Intento que mi mente / esté lo más posible en movimiento / ¿No habrá así más opciones / de que aunque sólo sea por azar / me encuentre?”. Si bien Hilo de nadie está escrito desde una poesía que la crítica suele etiquetar (con más o menos acierto) como “del conocimiento”, el libro no nos indica en absoluto una salida al laberinto gnoseológico. Antes al contrario: el autor camina en dirección contraria y este libro es el mapa de un ávido explorador buscando perderse en el centro mismo del misterio.

[Publicado en "Heraldo de Aragón", 20-11-2008].

Lorenzo Oliván es autor de libros de poemas (Visiones y revisiones, Puntos de fuga, El libro de los elementos) y de aforismos (Cuatro trazos, La eterna novedad del mundo y El mundo hecho pedazos). Ha traducido a John Keats y a Emily Dickinson.

Cuestiones laborales lo trajeron hasta Zaragoza, donde ha vivido durante seis o siete años, y cuestiones laborales se lo volverán a llevar al norte, a su único norte. Juan Marqués dijo en una ocasión que el mejor poeta de Zaragoza había nacido en Castro Urdiales. Sirva esta frase para resumir la huella y la amistad que Lorenzo Oliván ha dejado entre nosotros. Además de reseñarle el libro para Heraldo de Aragón (véase arriba), tuve la inmensa suerte de poder diseñarle la portada de Hilo de nadie (DVD ediciones, 2008). Lorenzo, persona modesta, me dedicó un ejemplar del poemario así: "Para Jesús Jiménez, sin duda el autor de la mejor imagen de este libro. Un fuerte abrazo y la amistad de L. Oliván".