sábado, 29 de agosto de 2009

Obra plástica de Óscar Sanmartín

Diorama

Óscar Sanmartín Vargas (Zaragoza, 1972) es dibujante y modelista. Mantiene relación con el mundo del teatro como diseñador y escenógrafo: Ventajas de viajar en tren, 1080 recetas de mierda (Teatro del Temple), Comiendo paredes y Cerdas (Muac Teatro). Ha participado en la dirección artística de varios cortometrajes como En el agua, de Javier Estella y José Manuel Fandós o El talento de las moscas, de Laura Sipán. Ilustrador de los libros Leyendario, monstruos de agua (Instituto Aragonés del Agua, 2004), Leyendario, criaturas de agua (Tropo Editores, 2007) y Guía de hoteles inventados (Diputación de Badajoz, IX Premio de Cuentos Ilustrados para Adultos 2006). También fue diseñador de las portadas de los discos del grupo El Niño Gusano. En 2005 ingresó en la Cátedra Pickman de Arte de la Universidad de Miskatonic en Massachusetts.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cita con Ray Loriga

La memoria es el perro más estúpido. Le lanzas un palo y te trae cualquier cosa.

domingo, 23 de agosto de 2009

"Atmosphere", una canción de Joy Division


JOY DIVISION - atmosphere

Joy Division. A pesar de que a finales de los ochenta la mayoría de la crítica musical se empeñaba todavía en asociarlos a las bandas góticas del momento en la onda de Bauhaus, The Sisters of Mercy o los primeros The Cure (los que van del Seventeen Seconds al Pornography), sigo pensando que Curtis y compañía fueron los chicos empollones y sensibles (que no sentimentales) del punk. Ellos transformaron, como bien ha explicado en alguna ocasión Bernard Sumner, el enérgico "¡que te jodan!" de los Sex Pistols en el más intenso aún "¡estoy jodido!". El nihilista no future de Sid en el más desgarrador y definitivo no present. Ellos sí fueron los románticos del rock de los ochenta, suicidio incluido. A su lado, los "nuevos románticos" que vinieron después no fueron sino una broma de mal gusto, un juguete caprichoso del mercado. Shelleys y Byrons de un pop de peluquería.

Sorteando algunos de sus sonidos más punzantes y epilépticos, hoy desempolvo "Atmosphere". Hay en este tema cierto remanso en la aceptación de la fatalidad que todavía hoy sobrecoge a otras bandas, cineastas y escritores del momento, que reivindican al grupo sin cesar.

Vivimos una época de revisionismo de Joy Division. O mejor: de redivisionismo.

walk in silence with your Joy Division Trainers

miércoles, 19 de agosto de 2009

El botín del comendador


Leído en el periódico hace unos días:

FUENTE OBEJUNA SE REBELA CONTRA LA SGAE

TEATRO. La alcaldesa de Fuente Obejuna, Isabel Cabezas, cree absurdo tener que pagar por representar la historia del pueblo y considera un "verdadero atraco" que la SGAE quiera cobrar derechos de autor por la representación en la localidad de la obra
Fuenteovejuna. La SGAE reclama al Ayuntamiento de Fuente Obejuna una deuda de 31.900 euros por todas las representaciones.


Primero fueron chiquilladas:

1) Es la despedida de soltero de tu mejor amigo y llamas a una stripper para que le baile un ratillo el You can leave your hat on en el radiocasete y, efectivamente, del sombrero (como en los mejores números de magia) sale un tipo con videocámara y corbata al que nadie conoce ni ha invitado.

2) Contratas a la tuna de Derecho para que amenice la boda de tu mejor amigo (que aún no se ha recuperado del susto de la víspera) y resulta que, bajo la capa de uno de ellos, no hay un eterno universitario cuarentón entonando canciones populares (¿cómo le pagamos los derechos de autor a Anónimo?), sino un vampiro, un ejecutivo chupasangres, grabadora en ristre en vez de pandereta.

3) Tu mejor amigo (claro está) se divorcia y, para celebrarlo (la mancha de mora con mora verde se quita), os bajáis a la Whiskería (¿he escrito whiskería?) donde descubrís a ese tipo, ya familiar, preguntando si el establecimiento paga su cuota por emitir videoclips y tener hilo musical cachondo en las habitaciones. (¿Pasaba el inquisidor casualmente por allí después de salir de la biblioteca o antes de acudir a la Ópera?).

Gracietas. Nos echamos todos unas risas y ya está.

Pero después de esquilmar a diestro y a siniestro (a siniestro, sobre todo) los recursos culturales del recién nacido siglo XXI y comprobar que sólo hay calderilla que rascar en la cadena de la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones), la SGAE sintoniza el Canal Historia y se encuentra con que (¡oh, sorpresa!) existe un Siglo de Oro. Nos vamos a hacer de ídem. Aquí debe de haber pasta, fijo. Así que adelante: al galope hasta Olmedo (Valladolid). Y luego pasaremos por Badajoz para tocarle los calderones a todo Zalamea. Lope y Calderón, que llevan siendo socios de la SGAE desde hace cinco siglos, ni se lo creen. Por fin van a llamarlos para salir en las tertulias televisivas junto a Ramoncín, teatrero también.

Y ahora la obra maestra. Ni ensayado sale todo tan calcado. Un pueblo, el de Fuente Obejuna, alzándose (todos a una) contra el comendador de la SGAE, Teddy Bautista. A mi torpe entender, aquí el que debería pagar todo o gran parte del impuesto revolucionario (más de 30.000 euros esta vez) sería el mismo Sr. Bautista (no sabemos si Teddy es su verdadero nombre propio, de su propiedad, el original, o se lo bajó del Emule) por representar a pies juntillas el papel protagonista de una obra que lleva siglos escrita. ¿Morro fino, eh?

Como el Siglo de los Huevos de Oro, aunque sea de oro, sólo dura cien años y hoy en día ya no se escribe teatro, yo propongo a la SGAE acabar lo que han empezado y acabarlo además bien. Para ello, es imprescindible comenzar a rascar el raído bolsillo de la poesía en busca de unos centimillos que ayuden a redondear las cuentas. Que poetas somos demasiados (más que lectores de poesía) y que además somos los más pardillos de todo el tinglado, es algo que todo el mundo sabe. Seguro que ni nos quejamos. Es más, agradeceríamos por fin algo de atención pública. Ejemplo: Que un poema de Fulanito empieza con una cita de Menganito... euro para el bote de Propanito. Una cosa es bajarse citas literarias de Wikiquote para uso y disfrute personal y otra muy distinta aprovecharlas en beneficio propio, como carta de recomendación o prueba de prestigio intelectual para decantar la consecución de un premio literario y sacarle unos dineritos al ayuntamiento de turno, ¿no?

Como lo que quiero es cooperar en la defensa de la propiedad intelectual (propiedad, claro está, entendida al modo capitalista y en su justo reparto: más para los que lo tienen todo y nada para los que tienen cero), me permito sugerirles el primer quién y el primer dónde: visiten a José María Álvarez en su Museo de Cera. Un filón. Continúen con Isabel Pérez Montalbán y su Siberia propia, que podrá ser cualquier cosa, pero propia lo que se dice propia… Y luego, para terminar de hacer el agosto en pleno mallo, vayan a amargarle la nocilla a Agustín Fernández (record Guinness del sampleado). Y llegados a este punto de no-retorno, lo confieso: también yo he pecado, Padre. Penitencia.

Y si te he visto no me acuerdo y aquí no ha pasado nada. Eso sí, cuando se retiren ustedes a hacer recuento del botín como quien no quiere la cosa, silbando para disimular mejor la fechoría, asegúrense de que lo que silban no sea de autor conocido. Que chivatos y malos compañeros de trabajo los hay en todos los sitios.

martes, 18 de agosto de 2009

Nuevas noticias del British Bar de Lisboa

Fernando Pessoa, reciclado para el British Bar en Lisboa

Antonio Costa Gómez (autor de novelas como La calma apasionada, en la que narra los últimos días del emperador Adriano) me escribe un conciso correo electrónico para contarme que ha pasado unos días en Lisboa. Antonio es un viajero infatigable que en los años 80, antes de que las hordas de turistas asolaran Praga, viajaba a la capital checa buscando el rastro de Rilke y de Kafka, dos de sus fantasmas literarios favoritos.

En Lisboa, Antonio ha recorrido los lugares secretos que no vienen en las guías turísticas, sino en Lisboa, diario de a bordo, de José Cardoso Pires, y en algún artículo suelto de Enrique Vila-Matas, por poner dos ejemplos.

En “La ciudad que navega”, concretamente, escribe Vila-Matas: “Tierra adentro, está el British Bar, con su reloj con los minuteros al revés e inmortalizado por Wenders y Fuller en una película en la que ese reloj es metáfora de la relación extraña de Lisboa con el tiempo: reloj del British Bar, a cuatro pasos de Cais do Sodré, donde un reloj municipal -con la leyenda hora legal- marca, en clara oposición a la del British, la hora oficial”.

Siguiendo quizás la pista vilamatiana, igual que hicimos Vicky y yo en su día, Antonio Costa y Consuelo de Arco han visitado el British Bar, al que semanas atrás hice referencia en este blog dando cuenta de la traducción al portugués que un lisboeta llamado Victor Reis había realizado de mi poema “Los relojes del British Bar de Lisboa”. Puesto que la Península Ibérica ha dejado de ser una piel de toro para formar parte de un mundo que es un pañuelo, ocurren las casualidades: el dueño del British Bar, el Sr. Silva, le mostró ufano a Antonio Costa ese mismo poema traducido, que piensa enmarcar en la pared de su establecimiento (quién sabe si al lado del ya famoso reloj). Todo un honor para mí, por supuesto. Luego el Sr. Silva le habló de su relación cordial con Cardoso Pires y le dijo que podía conseguirle un reloj con manecillas girando al contrario.

Lo gratificante de esta historia, en lo que me atañe personalmente, es comprobar que un poema es capaz de traspasar fronteras (la del idioma, la del papel y la del lugar de origen) para llegar a formar parte indisoluble del lugar al que hace referencia y de las personas que lo habitan. Por este tipo de cosas, entre otros motivos, debería uno escribir al fin y al cabo.

Estos días de verano hay otro portugués de exquisita amabilidad trabajando en la traducción de mis poemas para una revista lisboeta, cuyo próximo número debería salir en noviembre. Tiempo habrá de ver en qué queda la cosa y de hablar de ello. Pero hoy las noticias que me trae Antonio Costa Gómez, viajero y novelista, hacen que me reconcilie con la poesía, esa magia caprichosa que en estos últimos meses parece decidida a esquivarme en nuestra cita (cita a ciegas siempre) de papel.

domingo, 16 de agosto de 2009

Un poema de Yehuda Amijai


CAFÉ DANTE (NUEVA YORK)

Cuatro camareras hablan con la música de la isla de Malta.
Frente al ventanal están cavando un hoyo en la calle,
y las vergüenzas del mundo se ven en el hueco.
Como un borrachín, con ropas cambiadas, sucio.
Un superviviente se pone los binoculares
sobre sus delgadas piernas y mide líneas rectas
a través de todo, como a través de un vacío desierto.

Y una joven en una mesa cercana
le dice a otra: Tengo un pequeño papel
en una nueva obra: entro en la habitación,
la atravieso y salgo por el otro lado.
Dice esto y se levanta para irse.

Quédate aquí, quédate cerca de mí,
quédate por lo menos hasta que una profecía se cumpla.
No me oye. Se va, y yo me quedo, la mitad del pastel
en el plato y la mitad dentro de mí.
La cuchara caída en el suelo.

Algunas veces un hombre se agacha a coger algo
que cae de su mano, y cuando se levanta
el mundo ha cambiado.


[Traducción de Martín López Vega, quien también escribe esto del poeta: Como para Chateaubriand, para Amijai cada día es un adiós; un adiós a las cosas que se llevó el día de hoy -que es el de ayer-, a las que seguramente no traerá el mañana. Dicen dos versos suyos: "La mayor parte de nuestra vida son elegías por lo que hubo / y lamentos por lo que no habrá"].

jueves, 13 de agosto de 2009

Obra plástica de José Hernández

Los estrategas, José Hernández

José Hernández (1944) expone sus primeras obras en la "Librairie des Colonnes" de Tánger en 1962. A partir de 1964 reside y trabaja en Madrid. Desde 1980 comparte residencia y taller entre Madrid y Málaga. Se inicia en las técnicas del grabado en el año 1967. Desde entonces produce una abundante obra gráfica en la que se incluyen numerosas ediciones de libros de bibliofilia.

A su extensa labor de pintor y grabador, se añaden sus trabajos como ilustrador de libros, escenógrafo y figurinista en proyectos teatrales y cinematográficos.

Ha sido galardonado con distintos premios nacionales e internacionales en España, Alemania, Polonia, Bulgaria, Italia y Noruega. Recibe el Premio Nacional de Bellas Artes en 1981. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Miembro de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Miembro Titular de la Academia Europea de las Ciencias, las Letras y las Bellas Artes de París. Recibe el Premio Nacional de Arte Gráfico de 2006.

lunes, 10 de agosto de 2009

Summer in the C.R.P.


Agosto. La mitad del país se ha marchado de vacaciones y la otra mitad, que debería estar dando el callo, ha decidido de repente afiliarse al Sindicato Obrero de las Cigarras. Y es que hace demasiado calor para esto del trabajo.

Como muchos (o algunos) ya sabrán, pertenezco a la denostada calaña de los funcionarios: Trabajo en un C.R.P. del Gobierno de Aragón, concretamente en el Área de Personal. ¿Qué es un C.R.P.? Un C.R.P. es un “Centro de Rehabilitación Psicosocial”. Un psiquiátrico. Un sanatorio mental. Un manicomio, vaya. Pero vivimos en un tiempo en el que las palabras ya no son lo que eran. Ahora todo parece más serio y más institucional (y más aséptico en este caso) si se utilizan unas siglas: vuelta a la sopa (boba) de letras. Parece que definitivamente psiquiátrico les sonaba demasiado duro, demasiado real, a las mentes bienpensantes del Departamento de Salud y Consumo y decidieron buscar algo más light, más buenrollista. Me pregunto qué pasaría si el Ayuntamiento de Zaragoza se pusiera a pensar ahora de repente y en consecuencia que “Cementerio de Torrero” suena demasiado crudo, demasiado fúnebre, y decidieran, para mayor tranquilidad de vivos y muertos, sustituir el término por “Área de descanso”. De descanso eterno, claro. Menudo alivio.

Pero a lo que iba. Cuando tengo que explicarle a alguien dónde trabajo, a menudo me encuentro con la siguiente frase del interlocutor: “Ah, pues te pega mucho”. Y es que parece ser que un psiquiátrico (perdón, un C.R.P.) es el mejor lugar posible para un poeta, razón ésta que se me sigue escapando. Por lo visto, la poesía debería abandonar las catacumbas a las que hacía referencia Octavio Paz para alcanzar por fin un espacio adecuado y mucho más cómodo: una celda acolchada (cosa que, por cierto, ni siquiera he visto por estos lares). Pero tal vez tengan razón estas personas sin necesidad de conocer siquiera este título tan ilustrativo del poeta Antonio Cisneros: Poesía, una historia de locos.

Vayamos a una de ellas.

Aunque trabajo en el Área de Personal sitiado por papeles, ordenador, máquina de escribir electrónica y un teléfono que habitualmente no para de sonar, veo de tanto en tanto a los pacientes deambular por el jardín como supervivientes apenas de un naufragio. El símil se queda corto vista la cruda realidad. Los hay de toda clase y alucinación. Está el tipo que, encorvado en ángulo de 90º grados, parece discutir con algo del suelo. Después de darle muchas vueltas al asunto, he terminado por asumir con un escalofrío que dicho paciente tiene línea directa con las hormigas, que habla con ellas. Pasa largo tiempo echándoles unas broncas colosales y he recordado, en uno de esos caprichosos cortocircuitos de la mente, esta frase de Woody Allen en boca de uno de sus personajes: "De pequeño siempre quise tener un perro, pero mis padres eran pobres y sólo pudieron comprarme una hormiga." Aquí, gracias al Gobierno de Aragón (un claro ejemplo de desarrollo social), las hormigas le salen gratis a este hombre. Unas hormigas, por otra parte, también funcionarias, preparadísimas (todas pasaron por un concurso-oposición hecho a su medida); pero que también hoy, como la mitad del país, parecen haberse afiliado al Sindicato Obrero de las Cigarras. Y es que, definitivamente, hace demasiado calor para esto del trabajo.

viernes, 7 de agosto de 2009

Cita con Woody Allen

¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Hay posibilidad de tarifa de grupo?

miércoles, 5 de agosto de 2009

"Instrucciones para dar cuerda a un reloj", una canción de Migala

En su disco Restos de un incendio (2002), los madrileños Migala incluyeron este tema con la voz del propio Julio Cortázar recitando su célebre "Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj", uno de mis poemas favoritos de siempre. Música y voz casando a la perfección:

MIGALA - Instrucciones para dar cuerda a un reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

lunes, 3 de agosto de 2009

Un poema de Bernardo Atxaga

Bernardo Atxaga


CRÓNICA PARCIAL DE LOS SETENTA

Fue cuando la vida cotidiana derramaba
Cucarachas sobre la gente sin cesar,
Y se lloraba por todas las habitaciones
Bien al estilo Snif, bien al estilo Buá;
Fue cuando se pasaba miedo y se gritaba
Si de madrugada sonaba un timbre o un tiro
Allí por el tercero A, o B, o por error.

Fue cuando nosotros, la juventud en general,
Leíamos pornografía frente a las blancas
Baldosas de los urinarios públicos
Donde, a veces, sangrábamos por la nariz;
Fue cuando el invierno se iba aproximando
Y prometía muertes, no todas ellas naturales;
Cuando en el fondo del corazón, todos deseaban
Una llamada o una carta, y yo también.

Y fue efectivamente el invierno, y hubo ocas
En el cielo volando en forma de uve doble,
Y fue el frío y la lluvia y la huelga general
En medio de una epidemia de gripe asiática;
Y recuerdo un bar que alegó razones comerciales
Para impedir la entrada a dos homosexuales;
Que los mendigos reforzaron sus casas de cartón,
Que las ardillas bajaron del bosque y atracaron
Un supermercado diciendo, Alto, Manos Arriba,
¿Dónde está la caja fuerte de las nueces?

Y después llegaron vagones llenos de silencio
Para luchar calle por calle, casa por casa,
Contra los Sustantivos, contra los Adverbios,
Y yo estuve allí, y fue terrible, qué horror;
Y los dispensarios recetaron píldoras anti,
Los bancos repartieron prospectos de colores
Con el lema de Ora, sí, pero sobre todo Labora;
Y una tarde, por fin, ella hizo una llamada
Desde muy lejos, y me pareció que sus palabras
Eran de amor y con una pizca de sabor a miel;
En aquel tiempo, cuando la vida cotidiana
Derramaba cucarachas sobre nosotros sin cesar,
Y se lloraba por todas las habitaciones,
Bien al estilo Snif, bien al estilo Buá.

sábado, 1 de agosto de 2009

"Palabras sobre palabras: 13 poetas españoles actuales"

UNA MIRADA A LA CARRETERA
por Julio Espinosa Guerra

(Fragmento de la introducción a la antología Palabras sobre palabras: 13 poetas españoles actuales, de próxima publica­ción en Ed. Santiago Iné­dito, Santiago de Chile).

Hace unos años atrás titulaba el pró­logo de la anto­logía de poesía chilena contemporánea que publiqué con la editorial Visor de Madrid como "Una mirada por el retrovisor". Se trataba, evidente­mente, de dar cuenta de una serie de poetas, con sus respectivas poéti­cas, que ya habían configurado una manera propia de decir y que se unían sino por su estilo, por el evidente desconocimiento de su crea­ción en España. Entonces citaba a Hans Magnus Enzensberger, cuando a comienzos de la década de los sesenta se atrevió a afirmar la existencia de un diálogo universal y contemporáneo en torno a la poesía moderna que, si bien pudo cumplirse, sucesos históri­cos y sociales priva­ron de su conocimiento en los países de la órbita hispanohablante.

De alguna manera, Palabras sobre palabras: 13 poetas españoles actuales, toma esa asevera­ción de Enzensberger para transformarla en realidad, pero no sola­mente con la excusa de la inmediatez ni del diálogo por el diálogo, sino también para mostrar que los poetas españoles actual­mente están mucho más cerca de un diálogo mundial con sus compañe­ros latinoamericanos y que más allá del conocimiento que se tenga de ellos, avanzan por la misma carretera, con propuestas que provienen de lecturas, cuestionamientos y un contexto mundial simila­res, aunque los antecedentes sean, en apariencia, diferentes.

I. Los antecedentes.

Los últimos años de la poesía española han estado domina­dos por lo que muchos han denominado como "poesía de la experiencia" y el crítico y profesor Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) ha dado en llamar "poesía de la normalidad", de la cual da una excelente definición en su libro Singularidades (Bartleby, 2006) y que ahora cita­mos in extenso: “Hay una norma no escrita en la literatura española (…) por la que el camino para llegar al éxito requiere una especie de método ascético, de camino de perfección, rigurosa y colectiva­mente controlado por una pequeña serie de personas, y de cuyo seguimiento al pie de la letra depende ser recibido con todo tipo de parabienes por los mayores y aceptado dentro de los poetas del clan. Esta oligarquía está compuesta por un grupo variable de poetas que ya llega­ron, varios editores con distribución nacional y una nómina corta de críti­cos litera­rios, cuyo poder no está ni en su prestigio (…) ni en su número, sino en su presencia en suplementos culturales de los dia­rios de mayor tirada o en su profesión antologa­dora. El camino de perfección que imponen está ideado a su propio servicio, no al de los aspirantes, para que la endogamia funcione (…). Ningún poeta joven (salvo consabidas excepciones) gana hoy un premio con dota­ción económica y buena publica­ción sin someterse a esas rígidas reglas, que suponen un entendimiento tribal del oficio litera­rio.

“En concreto y en poesía, la norma establece que un joven poeta no debe de mostrar demasiada ambición. No debe contaminar la poesía con la teoría ni con otros géne­ros: el poema “filosófico” está mal visto, así como el epigrama o los textos con nombres propios y referencias demasiado metaliterarias. Es conveniente que en la metapoesía aparezca algún elemento de humor, para evitar rigidez. Si hay alguna preo­cupa­ción intelectual, debe acomodarse al estrecho patrón de la poesía mal llamada “metafísica” (…) y no excederlo. El título del poema­rio aspirante será una especie de resumen de las claves estéti­cas de la obra, para que nadie se pierda. Los poemas han de ser cortos, no más de setenta y no menos de doce versos. Debe rechazarse en lo posible el uso de los poemas en prosa. Han de cerrarse en sí mismos, presentar una clara estructura, tener una factura simbolista, terminar con un corola­rio de tipo moral, describir ambien­tes urbanos con referencias utópi­cas (en el sentido etimo­lógico de “fuera de lugar”, no muy concretables o referentes a luga­res bien conocidos por el imagina­rio del lector), situarse en entornos sociales burgueses de clase media/alta y estar arma­dos siempre en estructura cerrada, inatacable: prohibidas las ideas del flujo o torrente verbal o de conciencia, así como cualquier elemento de corte surrealista. Prohibidas las imágenes visionarias o muy bien ata­das. Más alegoría que símbolo. Se intentará hablar de los asuntos cotidianos en un tono de lenguaje coloquial, de modo que las preo­cupa­ciones habituales del lector medio queden refleja­das, en el mismo idioma mental en que éste las piensa. El contenido, la semántica poética, ha de tener rela­ción con la subjetividad del autor, que será morige­rada por los trámites al uso, creando un sujeto elocutorio ficticio, irónico, distanciado o fingidor; mejor si es todas esas cosas a la vez. Los topoi serán el sentimiento de pérdida, una melancolía digerible, un leve rechazo desencantado ante la vida, rescatando el puer senex sin extremismos catulianos ni desgarros satíri­cos, recrea­ción de la soledad y ajuste del entorno (…) a la atmósfera sentimental del texto. En general debe existir un cuidado exquisito en el uso del sentimentalismo, rechazando toda expresión exage­rada, cursi, desespe­rada, verbosa, declamatoria o suntuaria. Pocas o ninguna cita, siempre al principio del libro o de cada parte, de autores consagra­dos preferible­mente españoles (…) y excluir por completo a Celan, Valente, Bachmann, Huidobro y demás “prestidigita­dores” o “funambulistas” del verso (…). Todo el contenido del discurso será comprensible y deberá ser entendido de un solo vistazo, preferible­mente sin necesidad de relectura, sobre un razonamiento hipotético‐deductivo plano (…).

“En esta norma poética caben todas las tendencias. Sus caracteres parecen relacionarla –y así ha sido durante años– con la poesía de la experiencia, pero el círculo de mandama­ses ha crecido y ha permitido en los últimos tiempos una apertura del espectro.” (pp. 49 – 53.)

Desilusionante panorama para quienes lo han podido observar desde fuera o de una perspectiva diferente a la del poder mediático y que sin duda está detrás del desconocimiento endémico de las mejores poéti­cas latinoamericanas del fines del siglo XX, como también es responsable de la visión desola­dora del panorama hispano que se tiene en Chile y otros países latinoamericanos, como Perú y Brasil.

Pero este movimiento, que comenzó a fines de los setenta con la otra (o la nueva) sentimentalidad y que pronto se transformó para los medios en la poesía de la experiencia, ocultó a otros autores, otras lecturas, otras posibilidades que desa­rrolla­ban su trabajo a conciencia, sin aparecer en los periódi­cos y que fueron redescubiertos por los poetas más jóvenes a comienzos del nuevo siglo.

II. Los otros antecedentes.

Olvido García Valdés, Chantal Maillard, Car­los Piera, José Luis Gallero, José Miguel Ullán, Eduardo Scala, José María Parreño, Aníbal Nuñez, Francisco Pino, Julia Castillo, Pedro Casariego Córdoba, Miguel Ángel Bernat, Nacho Fernández, José Ángel Valente, Alfonso Costafreda, Claudio Rodríguez, Joan Brossa, Juan Eduardo Cirlot, Leopoldo María Panero, Sergio Gaspar, Antonio Martínez Sarrión, Aurora Luque, Miguel Casado, Juan Car­los Mestre, Esperanza López Parada, Andrés Sánchez Robayna e, indudable­mente, Antonio Gamoneda. En la lista, faltan poetas, pero todos los que están, deben estarlo. Son autores que pertenecen a un grupo sobre el que cayó un manto denso y difícil de rasgar durante gran parte de la década de los ochenta y toda la década de los noventa. Autores que no hacen ni hacían una poesía fácil, dispuestos a reflexionar sobre la palabra, a cuestionar su realidad y a posicionarse de manera heterodoxa, completando un espacio mudo de lenguaje. Autores reflexivos. Poetas de la búsqueda.

Ellos, junto a otros aquí no nombra­dos, pertenecen a un imagina­rio paralelo al del canon español de las últimas déca­das y, por ello, han pasado inadvertidos durante años no sólo para los lectores latinoamericanos sino también para los propios lectores españoles que no tuvie­ran un acceso directo a los mismos o se movie­ran en ambien­tes universita­rios. Poéti­cas de autores que van desde un imagina­rio simbolista, como Cirlot, a la poesía visual, como José Miguel Ullán y Eduardo Scala, pasando por el mal­ditismo de Panero, la posmodernidad de Maillard, la ironía de Martínez Sarrión y la esencialidad de Rodríguez, entre otras, muestran una riqueza que desconoce­mos de la poesía española contemporánea.

Es justa­mente de ellos que han bebido los autores incluidos en esta anto­logía: poetas que han puesto en duda de manera radical la norma poética española y que, por ende, pertenecen al mismo margen activo pero solapado que sus antecesores; poetas que no se han sumado a la moda de una lectura condescendiente de los poetas canóni­cos, cuestión que sí ha sucedido con gran parte de la nueva poesía del país, mayoritaria­mente antologada y que ya es parte del barbecho, los esquejes de los mismos autores, editores y críti­cos que elabora­ron el canon ante­rior, pero que inevitable­mente está siendo supe­rado por la apertura que han permitido las nuevas tecno­logías y que han logrado que el lector español conozca, por fin, las propuestas de más allá de las fronte­ras ibéri­cas, que ponen en duda la referencialidad y la mímesis lingüística del lenguaje ¿poético? predominante, tal como la tradición oculta del panorama español y tal como hacen los trece poetas aquí selecciona­dos: Marta Agudo, Marcos Canteli, Óscar Curieses, Benito del Pliego, Patricia Esteban, Ana Gorría, Jesús Jiménez Domínguez, Luis Luna, Julia Piera, Goretti Ramírez, Julio Reija, Sandra Santana y Julieta Valero.