lunes, 28 de noviembre de 2016

La hermosura de lo pequeño



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lunes, 7 de noviembre de 2016

Cosas redondas (una reseña de Álvaro Valverde)


Jesús Jiménez Domínguez (Zaragoza, 1970) publica en La Bella Varsovia su tercer libro, Contra las cosas redondas, que llega tras Fundido en negro (Premio Hermanos Argensola, DVD, 2007) y Frecuencias (Premio Ciudad de Burgos, Visor, 2012). No sé si es el traductor de Joseph Stroud y de Margareta Ekström, el nombre y los apellidos coinciden, y sí que trabaja en un psiquiátrico, según cuenta en la solapa. Ya que lo menciono, basta con leer "Piñata negra" o "Perder la cabeza" para ver que eso puede dar para mucho. Sí, porque mucho es lo que uno ha encontrado en este libro de un autor para mí, hasta ahora, desconocido. 
 
Un puñado de preposiciones (ante, bajo, cabe, con y contra) marcan sus partes. En todas encontramos poemas de cierta extensión, imaginación a raudales, soltura y aparente facilidad y un ritmo personal conseguido gracias al verso libre. La voz es distinguible. 
 
No le falta al conjunto un elegante toque culturalista, unas notas de humor (léase "El escriba sentado (Musée du Louvre)") y cierta dosis de inevitable ironía. Tampoco faltan alegorías y algunos poemas, digamos, en prosa, como el ya citado "Perder la cabeza" ("Hölderlin ha vuelto a perder la cabeza..."), "La lección de anatomía..." o "Enseñando a hablar al eco". A veces esa disposición formal viene avalada por su carácter narrativo, que no falta en otros poemas del libro. 
 
He disfrutado mucho con "Credenciales" (una perfecta presentación), "Café solo", "Consejos para la extracción..." (una preciosa chinoserie), "MCMLXX" (el glorioso año de su nacimiento), "Cuerpo" (donde la ocurrencia torna ingenio, tan presente en la obra), "Curso espiritual de natación" (con cita de Zagajewski, un poeta muy distinto de él: "Nadar es como un rezo"), el inquietante, y ya mencionado, "Enseñando a hablar al eco" (que me recuerda a Simic), "Larga duración" (sólido, potente, sobre la Historia: "eso es la Historia: un largo y vacío hacinamiento final"), los dedicados a Roma (dos), a Oporto y a Sintra (con Byron y el Hotel Lawrence al fondo), nada que ver con el típico poema de viajes, o, en fin, el que da título al libro, donde leemos: "Ante las formas esféricas opongo las cosas informes. / Elijo las imperfectas, las imprecisas, las irregulares..." "Vida en el espejo" y "Los grillos" son un perfecto colofón para un libro sorprendente escrito por alguien que mira la vida y lo que allí sucede con la perplejidad propia de uno de esos poetas que mantienen el mundo "en continuo funcionamiento". ¡Chapeau!
 
ÁLVARO VALVERDE