lunes, 19 de diciembre de 2016

Raras perlas (una reseña de "Contra las cosas redondas")



RARAS PERLAS

El mundo está en su sitio y en orden, nos dice Jesús Jiménez Domínguez en el primer poema, "Credenciales", de su nuevo libro, Contra las cosas redondas, publicado por La Bella Varsovia. Divide el libro en cinco partes encabezadas por las cinco primeras preposiciones y cada parte contiene siete poemas. Todo en orden: el cinco que representa la quintaesencia, los cinco sentidos del hombre sobre la materia, los cinco puntos cardinales contando el centro; y el siete que representa un ciclo completo -el ternario espiritual más el cuaternario material-, los pecados y las virtudes, el sonido de las esferas celestes -no hay cosa más redonda, perfecta en su infinitud circular. "Todo en completo orde, perfectamente dispuesto / como el comienzo de una partida de ajedrez: / a mi diestra el infinito derecho, el otro a mi izquierda / y yo avanzando en medio de los dos, Peón Cuatro Rey." La apertura está hecha: la partida empieza entre el poeta y quien no lo es -"Cuando paso a tu lado, rara vez voy conmigo"-, entre quien crea y quien observa, entre el orden del mundo y quien "desmonta el decorado piedra a piedra". Una partida que es escritura poética, una partida contra las cosas redondas. Y el tiempo empieza a contar. El tiempo que es uno de los grandes temas de este libro magnífico. "Los días, llegando de uno en uno, / rebosan las orillas del corazón y lo desbordan", finaliza "Credenciales". "El Tiempo, que hace horas extras -escribe Jesús Jiménez en el poema "Tiempo perdido en las relojerías"- trabaja / sin descanso dentro de las conchas de metal / elaborando sus raras perlas que nadie ve". Ahí está la partida que se nos ha planteado: encontrar las raras perlas que nadie ve: hacer poesía, escribirla. Raras porque escapan al orden exacto del mundo, porque son extraordinarias. Encontrarlas es el oficio del poeta. Pero "¿Bastará que -sola, vieja y olvidada- / le hable la Poesía con palabras suaves y piadosas?", pregunta el propio Tiempo en otro poema, "Rimbaud regresa a casa". Se lo pregunta al poeta francés paradigma de la modernidad que venciera la partida más frenética y salvaje que podamos recordar.

Rimbaud puso en funcionamiento una poesía contra las palabras suaves y piadosas, que son palabras redondas, pues su simbología no era suficiente para hallar lo raro del mundo. Y Jesús Jiménez está adscrito a esa tradición simbólica de dobleces y abolladuras que inauguró Arthur Rimbaud. Sabe que la poesía cuenta con tiempo para desvelar un mundo extraordinario pero que no puede quedarse en la convencionalidad de las palabras, que el sentido está en otra parte. No es fácil el recorrido de esta búsqueda. Pone en juego también la vida, parte de ella. En uno de los poemas más intensos de Contra las cosas redondas, "Cuerpo", dirigido a la madre, Jesús Jiménez aúna vida y poesía e indica las dificultades: "Tratando de ganarle la mano al tiempo, pierdo la cabeza. / En cada caricia que extendí me voy dejando la piel. / Pago con los cinco sentidos por la cuarta hoja del trébol. En busca de las peras del olmo caigo despechado, / me desgañito, me descorazono, / me deslomo". Vivir como poeta que desafía el orden es dejarse la piel, perder la cabeza, desconocerse, "frotando una palabra contra, torpemente, / como esas cerillas húmedas o descabezadas / que, en mitad de un largo velatorio, / tratamos en vano de encender" (p. 19). Pero ya decía Octavio Paz que el hombre es un olmo que da peras increíbles, "Hermosas y singulares, sin plegarse a ningún centro -escribe Jiménez en el poema que da título al libro-, sólo ellas permanecen y nos acompañan siempre".

Ante el orden del mundo, Jesús Jiménez señala que el poema es lo raro, pero esta excepcionalidad sólo existe si el poeta la construye. "No avanza una grieta sin que nadie la impulse. / Los labios verdes en las ramas nada susurran. / Nada se esconde, nada sucede, ni existe el poema." (p. 20). Y para construirla tiene la realidad a su disposición, el tablero sobre el que se juega la partida, desde donde el poeta se posiciona, desde donde se pre-posiciona: "Ante", "Bajo", "Cabe", "Con", "Contra" la realidad.

Jesús Jiménez hace poesía de la realidad, aunque nos recuerde en "Campo visual" que sólo percibimos un tercio de lo que nos rodea. Su poesía siempre es una teoría de la realidad. Fermentaciones (Olifante, 2000), Fundido en negro (DVD, 2007) y Frecuencias (Visor, 2012) lo son. Teoría en tanto que procede de un espectador, theoros, que ve y especula, para así mirarse y mirar el mundo con sentido propio. La poesía de Jesús Jiménez es realista, entendiendo por realista una poesía en la que hierven las sustancias de la realidad, los entes, los seres, las cosas -que son causas-, las palabras -"Los poetas, desvelados, administradores / de un vasto imperio invisible, preparan café, / esperan que hiervan también las palabras" (p. 15). Y según el punto de ebullición, destila poemas con distinto grado. Jesús Jiménez prepara destilados con la normalidad de quien tiene ya un oficio cuidado en la contemplación y el asombro, "arrastrando de una oscuridad a otra de mi cabeza, / en continua mudanza, los muebles del pensamiento" (p. 20).

Un realista que, como Charles Simic -uno de los poetas contemporáneos con los que Jesús Jiménez dialoga- sabe de la importancia de la ironía y el humor. Éste es uno de los grandes descubrimientos de Contra las cosas redondas, un paso más allá cuyos movimientos son jaque en la partida contra el orden, porque no hay mejor y beatífico desorden que la risa: "Hölderlin ha vuelto a perder la cabeza. Por todas partes, debajo de la cama, detrás el escritorio, en el fondo de un sombrero, la buscan el médico y el ebanista, el carnicero y el capellán. [...] Anochece: la Historia, viuda del Tiempo, cubre con una mantilla su bulliciosa jaula de loros. En un tarro de salmuera la oreja cortada de Vincent Van Gogh se mueve un poco para escuchar mejor y luego no ocurre nada más o puede que sí. (pp. 34-35)".

Claro que ocurre; en este libro ocurre la vida y la muerte, la razón y la locura, la infancia y la decrepitud, medio corazón de sangre y medio de tinta, hay ranas, moscas y grillos, hay una partida de ajedrez entre el orden esférico de algunas ideas y la real imperfección de unos poemas que son raras perlas. No se lo pierdan.

DAVID MAYOR
"Turia", nº 120, noviembre 2016, pp. 477-479

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